Hacia 1566, un cerca o tapia de ladrillo, argamasa y escombros dibujaban el siguiente perímetro: arrancaba desde la muralla del siglo XII, junto a la Morería, no lejos de la Plaza de la Paja, bajaba a la calle Toledo y giraba en línea suave hacia el portón de Antón Martín.
De aquí girando al norte, se llegaba a la calle de Alcalá y Sevilla, buscando la cercana confluencia de las calles Fuencarral y Hortaleza, junto qa la moderna Gran Vía, para ir a la Plaza de Santo Domingo, donde moría en la cerca de los arrabales del siglo XV.
Vemos que la ciudad ha tendido siempre a crecer acia levante, buscando la llanura del terreno.
Pero una de las primeras consecuencias de la capitalidad fue a demanda de viviendas que generó la ingente población a lo largo del reinado de Felipe II.
El Ayuntamiento, falto de medios jurídicos y humanos, desbordados por los acontecimientos y casi siempre respondiendo tarde a los problemas, se encontró con una situación caótica, donde la especulación campeaba.
Las casas fueron levantadas deprisa, sin garantías de salubridad, con materiales pobres y malos, y sin guardar las elementales normas de urbanismo.
Los propietarios de solares, campos, fincas, huertas, los vendieron o parcelaron con rapidez, querendo aprovechar la sorprendente demanda de viviendas o alojamientos.
Las fachada no guardan una alineación continua, lo que hacía que las calles tuvieran recovecos, entrantes y salientes continuamente.
Esta situación levó a la creación de un organismo, mitad dependiente del Concejo, mitad de la Corona, que pusiera frenos a estos libertinajes y desarreglos urbanos, que daban a la Corte un aspecto caótico e improvisado.
Este organismo se llamó Junta de Policía y Ornato, creada en 1590. La situación comenzaba ligeramente a controlarse, adecentando la Junta las calles, eliminando voladizos para alinear las fachadas y suprimir los desniveles abruptos del terreno, como barranquillos o cerrillos, que se habían mantenido rodeados de edificacinoes.
Algunos años despues, al morir Felipe II, la corte se trasladó a Valladolid una temporada con Felipe III. Este no es motivo para que siga creciendo la ciudad.
En 1625, el rey Felipe IV ordenará el levantamiento de una tapia, que impidía este crecimiento gigantesco, que ya influía en la vida cotidiana de los madrieños, llenándola de inconvenientes y atinos.
Esta cerca perseguía no solo cerrar con fines fiscales y policiales, los nuemoros nuevos barrios surgidos, sino sobre todo, impedir que el crecimiento continuara.
Y se detuvo, pues la ciudad no se volvió a crecer hasta el siglo XIX, dentro de los límites marcados por esta cerca, que eran al sur las llamadas Rondas de Toledo, Embajadores y Valencia, al este los paseos del Prado y Recoletos, y a norte, los bulevares de de Génova, Sagasta, Carranza y Alberto Aguilera.
Una de las premisas más importantes del levantamiento de la cerca era la prohibición de edificar al lado de la misma, por lo que quedaron una serie de franjas vacías entre la tapia y el caserío más próximo.
La circulación interna de este Madrid de 1625, estuvo canalizada por una serie de arteria que, partiendo de Sol o de puntos cercanos al casco medieval, conducía casi en línea recta, a los puntos más extremos y alejados de la ciudad.
De la vieja plaza de Santo Domingo, junto al monasterio medieval partían distintas calles que conducían al extremo noreste de la ciudad: la calle de Leganitos y las muy largas calles de Amaniel y San Bernardo, cuya anchura llevaba a que se llamase Calle Ancha de San Bernardo, para distinguirla de otra más pequeña ubicada en otro punto de la localidad.
Partiendo también de esta plaza, hacia el noroeste, la castiza Corredera de San Isidro, hoy muy merada, y que cerca del final de su trayecto se cruzaba con Fuencarral, para fundirse con Hortaleza.
Estas dos, Fuencarral y Hortalzas, nacen en e mismo punto, la Red de San Luis, una calle corta que las conducía a la Puerta del Sol. Se orientaban hacia el norte, y aunque nacían juntas, se separaban paulatinamente