lunes, 25 de octubre de 2010

MADRID DE LOS AUSTRIAS: SOCIEDAD

De la discreta población de la villa se pasa a unas curvas de crecimiento, que, aunque sufrirá retrocesos a lo largo del tiempo, caracterizará la vida y el ambiente de la ciudad en el siglo XVII.

Primero llegaron os cortesanos, con todo su enjabre de cargos y puestos que forman el servicio de la Casa Real, seguidos en pocos años de los muchos funcionarios de Felipe II, en la medida que Felipe II hace crecer  y hacerse más compleja la maquniaria burocrática del Estado.

Comienzan además a establecerse los inmigrantes, procedentes de ejércitos  o del campesinado o medio rural. En la medida en que las familias nobles, aristocráticas o burguesas, demandan siervos y esclavos, esta inmigración se hará ya en el siglo XVII, con el establecimento más solido de la Corona en la Villa.

No podemos olvidar el creciente número de clérigos, frailes y monjas, que comienzan a asentarse ne la corte hacia el 1561.

Podemos hacer un gráfico de la sociedad: en primer plano, cortesanos, funcionarios de distintos estamentos, los primeros nobles, los segundos burgueses.

Un segundo porcentaje de nobleza y aristocracia, con o sin directa participación en la vida cortesana o de llos círculos íntimos del rey. Esta nobleza, que en el reinado de Felipe II, se mostró remisa a trasladar la residencia a Madrid, se fue estableciendo a partir de la vuelta cortesana de Valladolid en 1605, llegando a constituir más de un curto de la población. 


Porcentaje enorme fue también el del clero, estamento religioso social de grna peso y trascendencia en la sociedad española, con clérigos, eclesiásticos, frailes y monjas, en número que permite habñar de inbasión de la corte.
No sólo por la cantidad de fundaciones ue sirgirán en la ciudad, sino por la deseada presencia eclesiástica en la vida cortesana.


Además de en las parroquias y conventos, el estamento religioso se asentó en la ciudad, respondiendo a a necesidad de suficientes clérigos para atender hospederías de diferentes órdenes, colegios,oratorios, hospitales, cofradías y hermandades.


Aunque la condición de la corte fue esencialmente política y religiosa, no hay que olvidar a la población requería de servicios y producciones determinadas. Estos se lo suminstraban a la la burguesía, que respondía a 3 fuentes.


Los mercaderes y vendedores, desde los de caros y lujosos productos, hasta los de primera necesidad; los artesanos o fabricantes de manufacturas, que cubrían también as necesidades de las prendas, utnsilios, herramientas, obetos especializados ... de una importante población; y los liberales o letrados, donde se incluyen a muchos funcionarios, prestamistas, médicos, abogados escritores, artistas ...


Y finalmente, el pueblo llano, el trabajador manual, que en Madrid se dedicaban a la servidumbre fundamentalmente.Cualquier familia noble o burguesa contrataba hasta 3 sirvientes de esta condición.

En esta época, era impensable que estas familias ricas no dispusiesen de servidumbre. Fue algo tan normal el ser sirviente, que entre ellos mismos lo llevaban muy a gala, sobre todo si sus señores eran de alto nivel social.



Al morir Felipe II en 1598, la ciudad contaba con unos 100.000 habitantes

MADRID DE LOS AUSTRIAS: CRECIMIENTO URBANO

Hacia 1566, un cerca o tapia de ladrillo, argamasa y escombros dibujaban el siguiente perímetro: arrancaba desde la muralla del siglo XII, junto a la Morería, no lejos de la Plaza de la Paja, bajaba a la calle Toledo y giraba en línea suave hacia el portón de Antón Martín.

De aquí girando al norte, se llegaba a la calle de Alcalá y Sevilla, buscando la cercana confluencia de las calles Fuencarral y Hortaleza, junto qa la moderna Gran Vía, para ir a la Plaza de Santo Domingo, donde moría en la cerca de los arrabales del siglo XV.

Vemos que la ciudad ha tendido siempre a crecer acia levante, buscando la llanura del terreno.

Pero una de las primeras consecuencias de la capitalidad fue a demanda de viviendas que generó la ingente población a lo largo del reinado de Felipe II.
El Ayuntamiento, falto de medios jurídicos y humanos, desbordados por los acontecimientos y casi siempre respondiendo tarde a los problemas, se encontró con una situación caótica, donde la especulación campeaba.

Las casas fueron levantadas deprisa, sin garantías de salubridad, con materiales pobres y malos, y sin guardar las elementales normas de urbanismo.
Los propietarios de solares, campos, fincas, huertas, los vendieron o parcelaron con rapidez, querendo aprovechar la sorprendente demanda de viviendas o alojamientos.
Las fachada no guardan una alineación continua, lo que hacía que las calles tuvieran recovecos, entrantes y salientes continuamente.

Esta situación levó a la creación de un organismo, mitad dependiente del Concejo, mitad de la Corona, que pusiera frenos a estos libertinajes y desarreglos urbanos, que daban a la Corte un aspecto caótico e improvisado.

Este organismo se llamó Junta de Policía y Ornato, creada en 1590. La situación comenzaba ligeramente a controlarse, adecentando la Junta las calles, eliminando voladizos para alinear las fachadas y suprimir los desniveles abruptos del terreno, como barranquillos o cerrillos, que se habían mantenido rodeados de edificacinoes.

Algunos años despues, al morir Felipe II, la corte se trasladó a Valladolid una temporada con Felipe III. Este no es motivo para que siga creciendo la ciudad.

En 1625, el rey Felipe IV ordenará el levantamiento de una tapia, que impidía este crecimiento gigantesco, que ya influía en la vida cotidiana de los madrieños, llenándola de inconvenientes y atinos.

 Esta cerca perseguía no solo cerrar con fines fiscales y policiales, los nuemoros nuevos barrios surgidos, sino sobre todo, impedir que el crecimiento continuara.

Y se detuvo, pues la ciudad no se volvió a crecer hasta el siglo XIX, dentro de los límites marcados por esta cerca, que eran al sur las llamadas Rondas de Toledo, Embajadores y Valencia, al este los paseos del Prado y Recoletos, y a norte, los bulevares de de Génova, Sagasta, Carranza y Alberto Aguilera.

Una de las premisas más importantes del levantamiento de la cerca era la prohibición de edificar  al lado de la misma, por lo que quedaron una serie de franjas vacías entre la tapia y el caserío más próximo.

La circulación interna de este Madrid de 1625, estuvo canalizada por una serie de arteria que,  partiendo de Sol o de puntos cercanos al casco medieval, conducía casi en línea recta, a los puntos más extremos y alejados de la ciudad.


De la vieja plaza de Santo Domingo, junto al monasterio medieval partían distintas calles que conducían al extremo noreste de la ciudad: la calle de Leganitos y las muy largas calles de Amaniel y San Bernardo, cuya anchura llevaba a que se llamase Calle Ancha de San Bernardo, para distinguirla de otra más pequeña ubicada en otro punto de la localidad.

Partiendo también de esta plaza, hacia el noroeste, la castiza Corredera de San Isidro, hoy muy merada, y que cerca del final de su trayecto se cruzaba con Fuencarral, para fundirse con Hortaleza.

Estas dos, Fuencarral y Hortalzas, nacen en e mismo punto, la Red de San Luis, una calle corta que las conducía a la Puerta del Sol. Se orientaban hacia el norte, y aunque nacían juntas, se separaban paulatinamente

MADROD DE LOS AUSTRIAS: LA CAPITALIDAD

En 1561, Felipe II comunica desde Toledo al Concejo de Madrid, su decisión de trasladar sin demora la capitalidad y las Cortes a la Villa del Manzanares.

Como se sabe, Castilla carecía de un lugar fijo como residencia de las Cortes. Esta iba alá donde el monarca fuese, que solía pasar temporadas en lugares diferentes, dentro de sus dominios. Algunos organismos oficiales tenían sus asentamientos fijos, como el caso de Valladolid, donde reinó siempre Carlos I y donde nació Felipe II.

Este movimiento itinerante de a Corte, norma en otros reinos europeos, comenó a parecer en el siglo XVI un fenómeno desagradable, caro y nada práctico. 
Posiblemente, Toledo o Valladolid tenían más papeletas para ser capitales, pero fue finalmente Madrid por ser la ciudad preferida del joven monarca.
Su joven esposa, Isabe de Valois, odiaba la ciudad de Toledo, ciudad fría y desagradable para ella. Es cierto que el invierno de 1560-1561 fue especialmente frío y con mucha nieve, y la ubicación de la ciudad de Toledo, en un cerro, la hace más fría. 

Decir, durante a estancia de las cortes en Toledo entre 1559-1561, se produjeron roces entre la corte y el Arzobispado. Toledo era la capital primada, la sede cardenalicia de mayor poder y rentas, y el cardenal actuaba como un auténtico virrey. 
Dos esferas de poder, como la cortesana y la arzobispal, de tal relieve tenían pronto que chocar, como ocurrió en los casos del arzobispo de Carranza, algo que desagradó mucho a Felipe II. 


Entre e ppueblo toledano, era evidente el descontento por la presencia de las Cortes, pues los precios aumentaron, los alimentos escasearon y se produjeron numerosos enfrentamientos, beneficiándose de esto sólo los comerciantes y posaderos. 
Además, se pensaba que en Toledo aún quedaban rescoldos de los comuneros. 


Lo que está claro es que Toledo presentaba una topografía imposible, encaramada a un cerro, de calor asfixiante en verano y frío en invierno, con calles estrechas y tortuosas, continuamente en cuestas retorcidas. No solo no era grato para los cortesanos, sino que no permitía celebrarse ningún acto de recibimiento cortesano.


Para colmo de males carecía de agua fácil y continua, pues el aprovechamiento de Tajo era una quimera para saciar la sed de sus habitantes.


Las cortes españolas habían crecido en calidad de número de individuos, miembros y servidores, y en complejidad de aparato y protocolo. El ceremonial, tomado del borgoñón, era complicado, retorcido y de lentitud pasmsa. 


Se necesitaba una sede que comunicase bien los movimientos de la corte

Madrid no era una ciudad de edificios suntuosos, pero su caserío y su organización, permitía todas las rformas y modificaciones posibles. 
La villa se había consolidado hacia el este del Manzanares, con un terreno suave y ondulado para poder proyectar calles anchas y rectas. La noblezalocal era poderosa, podía disponerse con libertad.



domingo, 10 de octubre de 2010

CASAS VIEJAS

Casas Viejas podría parecer un intento más de rebelión anarquisa rural, tan frecuene en la época, si no fuera no sólo por la tragedia tan horrenda de la muerte de dos guardias civiles heridos mortalmente y 8 personas civiles quemadas vivas, sino porque también en parte fueron una de las causas que motivaronla caída del gobierno de Azaña, provocando una gran conmoción en el país por la represión sufrida, y elintento de encubrimiento del gobierno.

Casas Viejas es el ejemplo de revolución y represión posterior. Una de las piedras del camino a la guerra civil.

Este tema ha sido malinterpretado muchas veces por historiadores, y en general hay cierta tendencia negativa hacia este levantamiento y mucha crítica al anarquismo, visto como una especie de religión que llevaba a sus seguidores a un martirio inútil. El anarquismo se trataría de un movimiento arcaico que no era compatible con la sociedad moderna, ni solucionabalos males de ésta. 

España es el único país del mundo donde el anarquismo se convirtió en un verdadero movimiento de masas , a diferencia de lo que ocurría en otros países, donde este espacio era ocupado por el marxismo, que proponía un socialismo autoritario frente a la destrucción del estado pregonado por aquellos.

El anarquiso llegó a España en 1868, con el destronamiento de Isabel II. Bakunin, tan pronto como oyó las noticias, envió a Giuseppe Fanelli paraa ganar adeptos. Su viajetuvo éxito y junto con 21 conversos fundó la Federación regional española de la primera internacional. Las ideas de Bakunin, cuyo comunismo libertario estaba más adaptado a sociedades agrícolas, encajaban con el temperamento español y en una población rural y explotada. Barcelona pronto seconvertirá en la capital del anarquismo, aunque las provincias andaluzas contaban con un mayor número de miembros.

Para los anarquistas, los problemas de la humanidad se debían a un sistema social corrupto y a la autoridad opresiva de la Iglesia y el Estado. La revolución y reeducación eran necesarias para establecer un comunismo libertario que aseguraría la libertad individual fuera de las fuerzas opresivas, como policías, jueces y militares. Tras la revolución, surgiría un orden social espontáneo en un sistema federal donde se intercambiarían bienes realizados en una producción colectiva. La competición daría a la colectivización, la religión a la enseñanza científica, las fronteras desaparecerían, el salario labora sería innecesario, y el matrimonio daría lugar al amor libre.

jueves, 7 de octubre de 2010

CASAS VIEJAS

La II Repúlica, en cuanto a gobiernos se refiere, se divide en tres tercios. El primer tercio es el bienio constitucional, en el que la izquierda diseña la Constitución Republicana. El segundo tercio es el bienio de las derechas, durante el cual, se produce el golpe revolucionario mal llamado Revolución de Asturias, y el tercero, es el regreso de la izquierda con el Frente Popular.

Cada uno de estos tercios tuvo su tumba. La Tumba del Frente Popular fue el Golpe de Estado y la guerra civil. La tumba de las derechas fueron los escándalos de estraperlo y el caso Nombela- Tayá. Y la tumba del primer bienio e la República fue el feo asunto de Casas Viejas. Tanto, que este pueblo dejó de llamarse así.

Ocurrió en 1933. Al iniciarse ese año, el anarquismo dijo basta. Los anarquistas y anarcosindicalistas siempre habían sido compañeros de viaje en el sueño republicano, pero compañeros bastante incómodos. El sueño fue alumbrado por políticos burgueses que no creían en otra cosa que en regímenes parlamentarios reformistas, y algunos izquierdistas, casi siempre del PSOE, los cuales, si bien eran en muchos casos marxistas avant la lettre, o bien se sacudían con elegancia esas teoría  o bien las aplazaban hacia un futuro teórico, lo suficientemente lejano como para convertirse, por la vía de los hechos, en avales del parlamentarismo burgués. Quizás, el mejor ejemplo de esta tendencia es Julián Besteiro, que se decía y consideraba marxista, pero que, desde la tribuna de la presidencia de las Cortes, tras la aprobación de la Constitución Republicana, no ahorraba epítetos apelativo positivos para el parlamentarismo inglés y el posibilismo laborista.

Los anarquistas staban hechos de otra pasta. Llevaban 50 años luchando por el comunismo libertario y no iban a andarse con medias tintas. A ello se unió el parcial, en alguno casos completo, fracaso de la reforma agraria republicana, fracaso que tuvieron que ver con defectos del diseño, el obstruccionismo de los propietarios, y sobre todo, la falta de financiación. El fracaso de la reforma agraria hizo que el anarquismo, que nunca había abandonado las áreas rurales, sobre todo del sur de Andalucía, recibiese notables apoyos gracias a la profunda desilusión que muchos aparceros sentían hacia la Reppública, en la que seguían muriendo personas de hambre. Hay que hacer notar que parte de esa culpa del hambre era de la propia república, pues ésta, para evitar los abusos de los patronos con los jornaleros a la hora de fijar los salarios, dictó su llamada Ley de Términos Municipales, por la cual no se podían contratar a jornaleros fuera del término municipal donde estuviese ubicada la explotación. Esta medida fue muy positiva en aquellos lugares donde las extensiones de tierra eran numerosas, pero allí donde no las había o no las explotaban, condenaban a los jornaleros al hambre, pues sólo podían emplearse sólo donde no había empleo.

El divorcio del anarquismo con la Reública se intensificó en 1932, cuando la FAI organizó una serie de acciones revolucionarias en la cuenca del Llobregat, que hubieron de ser reprimidas y que hicieron al gobierno deportar a Guinea  a dirigentes faístas como Durruti o Ascaso.
El 8 de enero de 1933, el anarquismo creció en Sevilla, Zaragoza, Logroño, Granada, Lérida, Barcelona y Valencia. Fue una insurrección detenida por el gobierno, pero esta represión no pudo inpedir que la mecha rvolucionaria se extendiese por toda Andalucía, y pronto hubo conflictos en Sanlúcar, La Rinconada, Utrera, Alcalá de Guadaira, Arcos de la Frontera...

Casas Viejas, se situaba, y se sitúa en el medio, en la provincia de Cádiz, perteneciendo entonces al municipio de Medina Sidonia. Tenía unos 1200 habitantes, todos, o casi todos, viviendo del campo. En el área había 6.000 hectáreas cutivables, pero en 1932 sólo se había trabajado 1300, porque los propietarios se habían negado a explotarlas en las condiciones que les imponía la ley. Por lo que se estima que en el año habían trabajado en el pueblo alrededor de cien jornaleros en toda la aldea, suponiendo la cifra alta de un 80% de paro.

 El 10 de enero, las estrategias anarquistas decidieron el estallido de una insurrección en el sur de Andalucía, y sus correligionarios en Casas Viejas recibieron la orden de unirse a ella. El día 11, un grupo de anarquistas izaron una bandera rojinegra en el pueblo, tomaron sus escopetas de caza y se dirigieron al cuartel de la guardia civil, donde los efectivos que alí estaban se negaron a secndar la revolución. Ambos bandos se enfrentaron a tiros, resultando dos guardias heridos y los sublevados tomaron el control del pueblo.

El gobierno civil de Cádiz, al conocer la noticia de la insurrección, mandó refuerzos. A las 5 de la tarde de ese mismo dia 11, llegó al pueblo el teniente Fernández Artal, de la Guardia de Asalto, acompañado de 12 Guarrdias  Civiles. Logró liberar a los sitiados del cuartelillo, y en general, acar del pueblo a los rebeldes. Sin embargo, una pequeña partida, liderada por Curro Cruz, a quien todos conocían como Seisdedos, se hizo fuerte en una de las casas. Fernandez Artal hizo dos intentos de compendio y ambos le salieron mal: el primero, mandar a un guardia a parlamentar, que fue herido y apresado por los anarquistas, y después a un detenido, que se unió a los sitiados.
Allí dentro, en total había 5 hombre, dos mujeres y y un niño. El teniente decide esperar que apse la noche pues tiene todo controlado.

Mientras éste se espera, el primer acto real de la tragedia levantó el telón en Madrid. En Puerta del Sol, sede de la Dirección General de Seguridad, llegan las noticias de Casas Viejas. Es director general Arturo Menéndez, un hombre presoinado para impedir que la revolución rebrote por toda Andalucía.

Menéndez ordena más refuerzos, y esos refuerzos salen de Madrid, lo primero que huele mal en toda esta historia, pues lo normal es que sean enviados desde lugares más cercanos.Una compañía de guardias de asalto mandados por el capitán Manuel Rojas, hombre de absoluta confianza de Mendez, se mete en el expreso a Andalucía esa noche. Menéndez acude personalmente a despedirlo pòr la mediodía, algo aún más extraño.

Las razones de Menéndez para acudir al andén fue dirigirse al comandante Rojas y ordenarle "ni heridos ni prisioneros cuando se haga fuego contra la fuerza". Así, el capitán viajó al sur convencido que tenía  la patente de hacer lo que quisiera.

A la mañana siguiente, Rojas estaba ya en Casas Viejas. Intenta evacuar a los sitiados con bombas en mano, pero sin conseguirlo. Preocupado por solventar el problema cuanto antes, lo hace mediante el fuego. Los guardias lanzan sobre las casas piedras envueltas en trapos empapados en gasolina y acercados a las llamas antes del lanzamiento.

Al inicio del inciendio, la mujer y el niño huyen. Luego, otra mujero y un hombre intentan huir, pero son abatidos a tiros por los guardias. El resto de los revolucionarios mueren abrasados vivos en el inmueble.

Son las 8 de la mañana. Rojas ha conseguido lo que quería. El pueblo entero se encuentra en sus casas atemorizados. Pero por alguna razón, juzga que hay que hacer algo más. Ordena registrar las casas una por una y proceder a la detención de sospechosos. Se generó una cuerda de 14 detenidos que, inexplicablemente, fueron fusilados, desarmados y atados, tras ser paseados por el cuartelillo que antes habían sitiado.

Los hechos hacen mella en la conciencia del teniente Fernández Artal, el cual sufrió algo parecido a un ataque de ansiedad. Rojas le tranquiliza y le advierte que lo mejor es callarse la boca con lo sucedido, regrsando a Madrid.

El día 12, el ministerio de gobernación, regentado por Casares Quiroga, informa en una nota de los hechos de Casas Viejas. Da una cifra aproximada de víctimas, 19, s refiere sólo al episodio de la casa y l os sitiados, asevera que la operación se realizó con bomba en manos y cita el incendio para justificar la consecuencia del mismo. Pero los hechos tuvieron muchos testigos, especialmente desde la trocha delos alrdedores del pueblo.
Campesinos que pudieron huir de la represión posterior, fueron a Medina Sidonia y allí contaron lo que habían visto. El día 15, dos periódicos de Madrid deciden destacar enviados especiales. La libertad envía a Ramón J Sender, y La Tierra envía a Eduardo Guzmán, quizás su mejor informador. Pese a luchar contra el mutismo oficial, y de la mano de estos enviados, comienzan a publicarse plumazos de verdad.

Por aquel entonces, la Reública tenía una costumbre poco sana, que ha heredado nuestra democracia, y es esa de dar a los parlamentarios más vacaciones que las de las hijas del marqués. El Parlamento no abre sus puertas hasta el 1 de febrero, pero cuando lo hace, es para servir de caja de resonancia hacia el enorme follón de Casas Viejas. Ese día, Eduardo Ortega y Gasset, diputado radical socialista, presenta una interpelación y un informe en el que se asevera con precisión que once personas habían sido asesinadas mientras eran atadas e inermes. Casares, inexpicablemente, no está en el Parlamento, con lo que el subsecretario fue el que dio la explicación que no pudo callar ninguna boca.

El día 2, es Lerroux, jefe de la oposición, el que sel evanta, provocando la contestación del mismísimo Azaña. éste usó la típica estrategia que dice que cuando no quieres hablar de algo particular, extiéndete en lo general. Aaña habla de ello, diciendo que todo está aclarado y que allí ocurrió lo que tenía que suceder. Esto hace ver que, o era tontoo, o no sabía exactamente lo que allí había sucedido.

Se propone la creación de una comisión parlamentaria, algo que el gobierno, con 20 muertos en la mesa, rechazó.

A todos los Azaistas les gusta recordar que tras este debate, el presidente se preocupó del asunto de Casas Viejas, y de hecho, encargó al teniente coronel Romeu una investigación. El 2 de febrero, cuando ya se levantan las corte,s han pasado ya 20 días de los sucesos de Casas Viejas, y a nadie se le pasa lo que los diarios informan y lo que se sabe, ni siquiera al propio Azaña, que crea tal comisión de ivestigación.

El 13 de febrero, según el diario de Azaña, éste recibe informaciónd e Casas Viejas que le hace temblar.

El día 23, el diputado Salvador Sediles, sobreviviente de ls sublevación de Jaca, hace público laas averiguaciones de diputados lbres y del terreno, contando por primera vez la verdad d elo ocurrido allí.

Azaña se levanta a contestar y divide los hechos en dos. Uno va hasta las 8 de la mañana del día 12, y otro, lo de después. De lo primero dice que se respetó la legalidad. Del segundo, no se hacía responsable de lo que esos guardias habían hecho, algo que levantó todas las quejas en el parlamento.

Por aquel entonces, el principal afectado, coronel Rojas, trataba de callar todas las bocas posibles. Viajó a Sevilla para raquilizar al cada vez más histérico Fernández Artal, pero mientras esto ocurría, 5 guardias de la Seguridad  firmaban un acta que hacían llegar a Azaña, donde declaraban que en enero de 1933, el director general de Segfuridad les dio instrucciones  de que en los encuentros que hubiera con los revoltosos con motivo de los sucesos que se avecinaban aquellos dáis,´el gobierno no quería ni heridos ni prisioneros.

Los firmantes del acuerdo fueron apartados de sus funciones y expedientados. Azaña llamó a Rojas, quien confesó que sí recibió esas órdenes, pero seguía negando las ejecuciones.

El 2 de marzo, de nuevo trataron de censurar al obierno de Azaña por tal asunto, pero éste decía que el acta eran movidas políticas, pero el día 3 Fernández estalló, estando en Madrid, se sinceró con sus compañeros del cuartel de Pontejos, quienes le recomendaron que hablase con la DGS y ante u33 las derechasn abogado , uan declaración donde confirma la ejecución ilegal de esas personas.

La publicación de esta confesión hizo que Menéndez dimitiera. El consejo de ministros, en reunión urgente, ordenó un careo entre Rojas y Fernández. Rojas fue el que se derrumbó y contó todo.

El 7 de marzo, mes y medio después de los hechos, Azaña recnoce en el Parlamento los fusilamientos, presentando a un juez para esclarecer y hacer ver su preocupación y la del gobierno por esclarecer todo.

El día 10, la comisión culminó sus trabajos, donde hablaban de los fusilamientos ordenados por la DGS. Se exculpaba a los miembros del gobierno.

Pero todo esto hizo que perdieran las elecciones y Azaña saliese del gobierno, ganando ahora en 1933 las elecciones la derecha.

Muchos han sido los que han sostenido la inocencia de Azaña ene st asunto, diciendoq ue el presidente no supo nada delos asesinatos impunes hasta el 19 de marzo.

domingo, 3 de octubre de 2010

SEMANA TRAGICA DE 1909

A principios del verano de 1909, la hostilidad de las cábilas de Marruecos con las tropas españolas establecidas en Melilla y en el Rihf habían aumentado de tal forma que el gobierno conservador de Antonio Maura, tras la derrota del Barranco del Lobo, en donde en menos de 15 días habían muerto más de doscientos soldados, , decidió movilizar unidades de reservistas, en concreto, en Cataluña. La decisión afectaba a las clases pobres, puesto que las familias más podían pagar la exclusión de sus hijos de las quintas. Esta injusticia, añadida al hecho de que entre los llamados a filas, tratándose de reservistas de 1902, había muchos casados y  padres de familias, dando motivos suficientes para recrudecer más la campaña antimilitarista que llevaba la prensa.
Muchas voces alertaban que la intervención del ejército en la campaña de la prensa izquierdista era una mala soliución a la ineptitud dela compañía explotadora de las minas para obtener buenas relaciones con el sultán.
En Barcelona, la campaña de la prensa izquierdista fue más virulenta, pues los principales accionistas de la empresa minera eran el Marqués de Comillas y el Conde de Güell.

En este contexto, con el recuerdo de los muertos y heridos de la guerra de Cuba vivo aú,, el malestar de Barcelona era ilimitado. El ambiente predisponía a la gente que corearan en las calles, de forma espontánea la consigna "A baix la guerra". La prensa no dejaba de publicar artículos que denunciaban las injusticias de los hechos.

"Antes la revolución que la guerra" se leía como titular en El Progreso el día 20 de julio. En los medios obreristas corría el rumor de una huelga, y la protesta tenía que ser pacífica.

El tono pacifista quedó olvidado ante los hechos. A pesar que la huelga para toda España, que contaba con el apoyo del PSOE se había previsto para el lunes 2 de agosto, la negativa delos tranviarios a secundarla provocó que durante la tarde del lunes 26 de julio, se rodujeran enfrentamientos viokentos en las calles de Barcelona.
En pocas horas, los disturbios tomaron el perfil de movimiento que superó la capacidad de dirección del comité de huelgas formada por el socialista Antoni Fabra i Ribas, el anarquista José Romero y el sindicalista Miguel Villalobos. Aquel mismo día, por la noche, el comité, con la intención de canalizar los sucesos, decidió intercambiar opiniones con los republicanos. Automáticamente, las autoridades optaron precipitadamente por declarar el estado de guerra.

La noticia de Melilla de que se habían fusilado a 12 soldados del batallón de Reus por haber participado en gritos de protestas de "Abajo la guerra y mueran los déspotas", inició las hostilidades.

La demagogia de Alejandro Lerroux, un periodista llegado a Barcelona a principios de siglo, había coneguido en pocos años consolidar un partido político, el Republicano Radical, capaz de enfrentarse con el catalanismo organizado y dividir el republicanismo. Su gran arma era la oratoria, quer incitaba a los obreros a organizarse para destruir la sociedad establecida.
Los ataques iban dirigidos a la burguesía y a la Iglesia. Su furor penetró en los sectores obreros desencantados de los fracasos de las huelgas anarquistas y alejados socialmente de los círculos comprometidos con la regeneración de la cultura catalana.
Los inmigrantes, que por aquel entonces constituían en Barcelona un porcentaje elevado de la población obrera, especialmente la menos cualificada, se decantaron a favor de sus ilusttrados.

El carácter violento y de incitación a la destrucción de la proclama apela a la virilidad, enaltece la condición de bárbaro, asocia el heroísmo com la violencia y descalifica el sentimiento de una piedra humana. Pero debemos destacar, que en lso días de la Semana Trágica, Lerroux no estaba en Barcelona.

El carácter insurreccional de las protestas tomó cuerpo la misma noche del lunes 26 de julio con un tiroteo en la zona fabril de Poble Nou, Los enfrentamientos continuaron de madrugada. En este episodio se incendió el Patronato Obrero de San José, regentado por los hermanos maristas, y fue asesinado su director, el hermano Lycarion. A la llegada de las fueras del ejército, la gente reaccionó con aplausos, en un claro intento de confraternización y de impedir que actuaran.

La paradoja de que un centro educativo para obreros fuera el objetivo de los amotinados, sólo se explica por ser el único centro católico más beneficiado por las ayudas del marqués de Comillas que, además de accionistas de las minas del Rif, también era el propietario de la Compañía Trasatlántica Española , y por tanto, el Armador de Montevideo y de Buenos Aires, los dos barcos usados para transportar a soldados a Marruecos.

La violencia continuó el martes por la tarde. Pese a la falta de dirección efectiva de las protestas los testimonios certifican que en ellos habían numerosas mujeres que optaron por saquear la armería de la ciudad y apostarse en las calles con barricadas al mismo tiempo que dirigían sus ataques contra los conventos, iglesias y centros parroquiales. El primer incidente lo protagonizó una multitud congregada en la Ronda de Sant Antoni, que decidió incendiar el convento de las Jrónimas del barrio de Pedró, así como el colegio y residencia de los Escolapios. Otro grupo atacó ese mismo día la iglesia de San Pau del Camp y el convento de los franciscanos.

Aquella noche, se podían contemplar ardiendo hasta 30 edificios rligiosos en  ciudad. En general, los asaltantes respetaban la vida de los clérigos. Pero el párroco de Poble Nou murió asfixiado dentro de la riglesia y un religioso resultó mortalmente herido en el ataque al convento de Sant Antoni. El miércolesp or la tarde continuaron los incendios, mientras que el jueves la insurrección, pese a quel os subolevados habían conseguido sustraer armas de un cuartel, fue menguado con intensidad, ante el aumento de efectivos del ejército.

En el asalto al convento de las jerónimas, el rpimero atacado, los incendiarios desenterraron a unos cuantos cadáveres, y viendo que las momias estaban atadas de manos y pies, las arrastraron por la ciudad con la intención de hacer ver que en los conventos se practicaban las torturas, ignorando que se trataba de un antiguo arte en amortajar.

El lunes siguiente, 2 de agosto de 1909, el orden quedó restablecido, y los obreros volvieron a sus trabajos.
El balance delos sucesos fue trágico: pese a la cantidad de edificios destruidos por el fuego varían, los datos más fiables indican que se incendiaron 14 de las 58 iglesias de la ciudad, 33 colegios religiosos y 30 conventos, de un total de 75. Del os enfrentamientos armados, resultaron muertos 104 civiles y 6 militares, y hubo 370 heridos, la mayoría de las filas de los amotinados.

Cabe destacar que sólo 6 de los obreros muertos eran oriundos de Barcelona.

La represión que vino después supuso la detención de más de 12 mil obreros, de los cuales la mitad fueron encarcelados.  Se ejecutaron 5 penas capitales y 9 cadenas perpetuas, el resto, fueron penas menores.

El debate antirreligioso se popularizó con el estreno en 1901 de la obra de Benito Pérez Galdós "Electra". La obra fue un emblema de los anticlericales, por la analogía del documento con un caso real ocurrido meses antes enconado finalmente a un tema judicial: la coacción moral sobre una joven para que abrazara la vida espiritual. A la salida de los teatros, numerosos grupos se manifestaban en contra del clericalismo, al igual que en otras ciudades, como Barcelona.