lunes, 25 de octubre de 2010

MADROD DE LOS AUSTRIAS: LA CAPITALIDAD

En 1561, Felipe II comunica desde Toledo al Concejo de Madrid, su decisión de trasladar sin demora la capitalidad y las Cortes a la Villa del Manzanares.

Como se sabe, Castilla carecía de un lugar fijo como residencia de las Cortes. Esta iba alá donde el monarca fuese, que solía pasar temporadas en lugares diferentes, dentro de sus dominios. Algunos organismos oficiales tenían sus asentamientos fijos, como el caso de Valladolid, donde reinó siempre Carlos I y donde nació Felipe II.

Este movimiento itinerante de a Corte, norma en otros reinos europeos, comenó a parecer en el siglo XVI un fenómeno desagradable, caro y nada práctico. 
Posiblemente, Toledo o Valladolid tenían más papeletas para ser capitales, pero fue finalmente Madrid por ser la ciudad preferida del joven monarca.
Su joven esposa, Isabe de Valois, odiaba la ciudad de Toledo, ciudad fría y desagradable para ella. Es cierto que el invierno de 1560-1561 fue especialmente frío y con mucha nieve, y la ubicación de la ciudad de Toledo, en un cerro, la hace más fría. 

Decir, durante a estancia de las cortes en Toledo entre 1559-1561, se produjeron roces entre la corte y el Arzobispado. Toledo era la capital primada, la sede cardenalicia de mayor poder y rentas, y el cardenal actuaba como un auténtico virrey. 
Dos esferas de poder, como la cortesana y la arzobispal, de tal relieve tenían pronto que chocar, como ocurrió en los casos del arzobispo de Carranza, algo que desagradó mucho a Felipe II. 


Entre e ppueblo toledano, era evidente el descontento por la presencia de las Cortes, pues los precios aumentaron, los alimentos escasearon y se produjeron numerosos enfrentamientos, beneficiándose de esto sólo los comerciantes y posaderos. 
Además, se pensaba que en Toledo aún quedaban rescoldos de los comuneros. 


Lo que está claro es que Toledo presentaba una topografía imposible, encaramada a un cerro, de calor asfixiante en verano y frío en invierno, con calles estrechas y tortuosas, continuamente en cuestas retorcidas. No solo no era grato para los cortesanos, sino que no permitía celebrarse ningún acto de recibimiento cortesano.


Para colmo de males carecía de agua fácil y continua, pues el aprovechamiento de Tajo era una quimera para saciar la sed de sus habitantes.


Las cortes españolas habían crecido en calidad de número de individuos, miembros y servidores, y en complejidad de aparato y protocolo. El ceremonial, tomado del borgoñón, era complicado, retorcido y de lentitud pasmsa. 


Se necesitaba una sede que comunicase bien los movimientos de la corte

Madrid no era una ciudad de edificios suntuosos, pero su caserío y su organización, permitía todas las rformas y modificaciones posibles. 
La villa se había consolidado hacia el este del Manzanares, con un terreno suave y ondulado para poder proyectar calles anchas y rectas. La noblezalocal era poderosa, podía disponerse con libertad.



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