Durante la I GM, el monarca Alfonso XIII fue el responsable de la salvación de miles de personas. Pero fracasó en uno de sus proyectos más queridos, el de salvar la vida del derrocado zar de Rusia y su familia Imperial.
Pese a las presiones ejercidas sobre España para que entrara en la I GM fueron numerosas y pese a que existían relaciones de parenteso en ambos lados, la madre del rey estaba emparntada con soberanos de las potencias centrales, y su esposa, pariente allegada de Inglaterra, lo cierto es que Alfonso XIII optó por mantener a la nación en estricta neutralidad. Ni siquiera el comportamiento, completamente contra derecho, de los submarinos alemanes, le llevó a cambiar esa posición avanzado ya el conflicto. Pero la política de neutralidad no equivale a la indiferencia frente a la guerra.
Al inicio de la misma, una lavandera francesa escribió al rey para indicarle que su esposo había desaparecido en combate y que hiciera lo posible para encontrarlo. El monarca atendió las síplicas de esta mujer y adivinó que seguía con vida y se encontraba interno en un campo de prisioneros en Alemania. El episodio fue publicado por la prensa, llegando a manos después de Alfonso XIII un aluvión de cartas pidiendo ayuda para conocer el destino de sus seres queridos. Las consecuencia fueron la creación de una oficina, costeada por el presupuesto del rey, que contaba con 40 empleados para buscar, hacerles llegar el material, e incluso liberarles.
La abor de esta oficina fue extraordinaria, hasta el punto que ayudó a repatriar a 70 mil civiles y 21 mil soldados. Además, intervino a favor de 136.000 prisioneros de guerra y llevó a cabo 4 mil visitas de inspección a los campos de trabajo donde estaban los prisioneros. La mayoría de estos casos fueron gente anónima.
En estas fechas, una revolución obligó al zar a abdicar, quedando el futuro de éste y de su familia más cercana sujetos a la voluntad de los nuevos dueños de Rusia. Alfonso XII había estado varias veces a punto de morir a manos de extremistas de extremistas de izquierdas, una de ellas, el mismo día de su boda, y quiás fue uno de los primeros en estar consciente de los peligros que podrían corres la familia real rusa.
En la primavera de 1917 visitó España Nekliudov, en representación del nuevo gobierno provisional ruso. En la ceremonia de entrega de credenciales como embajador, Nekliudov agradeció a Alfonso XIII el papel desempeñado durante la guerra de la suerte de muchos de sus soldados rusos. Aprovechó entonces las circunstancias Alfonso para, acabada la presentación, levantarse del trono y acercarse al nuevo embajador. Alfonso le agradecía su mención y le preguntaba por la familia rusa real, y le dijo que comunicara al gobierno su petición de salvarlos.
La solicitud de Alfonso XIII debió encontrar paralelos en otras casas reales europeas, pero no fue así. De hecho, cuando el monarca se dirigió a Jorge V de Inglaterra para que apoyara una iniciativa encaminada a la liberación del zar, éste recibió una respuesta por vía diplomática, comunicándole que debía perder cuidado. Alfonso XIII entonces se percató que esta seguridad se tambaleaba.
Así, cuando Inglaterra se planteó realmente la posibilidad de dar asilo a la familia Romanov, fue el propio Jorge V, pariente de los mismos, el que se opuso. A lo largo de dos semanas, Jorge V estuvo convenciendo a su gobierno de la inconveniencias darles asilo. El problema era que Jorgfe V no queróia problemas con la opinión pública, algo que así se vería reducida, y muy especialmente, con el partido laborista. Desde su perspectiva, el pueblo se sentiría mal si se acogia a la zarina Alejandra, una princesa alemana a fin de cuentas, y era posible que los laboristas sintieran la presencia republicana.
El 13 de abril de 1917 el primer mnistro británico se vio obligado a ceder a las presiones regias y se limitó a decir en un gabinete que España sería un lugar mejor para acoger a la familia del zar. En unas horas, el proyecto de salvar al zar fue abandonado por os ingleses.
Para colmo, en octubre, los bolcheviques dan un golpe de estado que derriban al gobierno provisional, e implantan un gobierno que aplica el terror de las masas para perpetuar su poder.
Alfonso XIII, que sabía de la negación de Inglaterra, no cesaba buscando apoyo en otras casas reales, proponiendo a los reyes de Suecia y Noruega el envío de un navío de guerra español a un puerto escandinavo para allí recoger a la familia del zar, la zarina y sus 5 hijos. Lo único que le pedía es que mediaran ante el gobierno ruso.
Unos meses antes, Gustavo de Suecia había intentado salvar al zar, pidiendo ayuda a los ingleses, que no se la dieron. La solicitud llegaba ya en un moento en el que ambos países ya no tenían esperanzas de salvar al zar.
Tamposo se podía esperar nada del Kaiser. Pese a su relación de parentesco con él, Guillermo II no dio un paso para ayudarlo. Lo grave es que Alemania ya había entrado en negociaciones con Rusia para firmar una paz por separado, contando con esta baza para presionar a los bolcheviques. Pero no lo hizo.
En la noche del 16-17 de julio de 1918, el zar junto a su esposa e hijos fueron asesinados por los bolcheviques en la casa Ipatiev en Yekaterimburg. El asesinato contaba con la autorización expresa de Lenin y sus aliados.
En el curso de la reunión en el que se decidió la matanza delos Romanov, no estaba Trotsky, pero cuando éste se enteró, el dirigente manifestó que la decisión había sido un acierto. Quizás lo único de lo que se arrepintió es de no haberlos dejado con vida para haber sido el fiscal de su juicio.
El destino del zar y su familia quedó zanjado a mitad de julio, pero esto era ignorado por Alfonso XIII, quien seguía empeñado en salvarlo. Eol 2 de agosto, documentos del Ministerio Francés de Exteriores confirman el deseo del rey de salvar a la familia rusa.
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