Durante el reinado de Alfonso XIII, de 1902 a la dictadura de Primo de Rivera en 1923, se suceden unos 33 gobiernos. Hace muy poco tiempo que sucedió lo del desastre del 98 de Cuba y Filipinas, que ha abierto los ojos al pueblo llano, no quieren guerras, pero sus militares han entrado a caballo en el Congreso, la Iglesia inmovilista se pronuncia al respecto, se antepone la frivolidad de la nobleza a paliar el hambre que sufren las clases humildes.
Los gastos militares han empobrecido a España, demasiada guerra y poca economía, hay más oficiales en el ejército español que en toda Europa, mientras los soldados van en alpargatas a la guerra de Marruecos, y como comida, latas de sardinas, ante un calor y una sed intensa.
Generales que venden fusiles a los moros, soldados de poca monta que llevan en su petate las insignias de sus superiores, van a hacer carrera, mientras la intendencia se forra vendiendo la comida de la tropa y muchos mandos se divierten con ello.
Se han gastado los tesoros en aventuras militares, se ha entregado la vida de muchos jóvenes a la gloria de pocos.
España vivió una época dorada en los años que duró la Primera Guerra Mundial (1914-1918), creciendo las exportaciones, bajó el déficit con el exterior, se crearon fábricas para surtir de productos que no llegaban, y se exportaron igualmente.
Una vez finalizada la contienda mundial, en los años 20 nuevamente creció el paro al cesar el milagro económico, y el crecimiento demográfico de esos años impulsa a la revuelta a una ingente masa obrera predispuesta a organizarse en sindicatos con políticas surgidas de los movimientos sindicalistas, comunistas y anarquistas.
Las huelgas campesinas y obreras se encadenaban, era la época de los pistoleros, de los sindicatos libres de la patronal que generan una espiral de violencia, que acabó con el asesinato del jefe del goierno, Eduardo Dato,a manos de la CNT, en 1921.
En septiembre de 1923, el general Miguel Primo de Rivera se pronuncia en Barcelona, el golpe militar quier acabar con la ola de huelgas y violentos altercados que se suceden, con una fuerte represión, pero ésta no podría parar por mucho tiempo a una masa urbana para las que la monarquía representaba el inmovilismo y el caciquismo.
La dictadura pondría en marcha grandes obras públicas como carreteras, ferrocarriles, puertos, embalses para regadíos y generar energía eléctrica, o la puesta en marcha de Telefónica (ITT) y la CAMPSA, pero endeudando al país gravemente, pues no contaban con un aparato fiscal y sólo generó una deuda que debió seguir pagando la II República.
La debacle financiera se uniría a la crisis mundial que se vivió en 1929, hundiendo aún más a una España empobrecida por las campañas militares africanas, que junto con un estamento militar enorme, con efectivos de más de 15.000 y más generales que en toda Europa, 471, y 2500 jefes y oficiales era una verdadera sangría para las arcas del Estado.
En un contexto de grave crisis, el generalPrimo de Rivera consultó el 26 de enero de 1930 a los suyos, la prudencia de seguir en el mando, algo que le motivó la respuesta con mucha desconfianza, lo que motivó que dimitiese ese mismo día y muriese en París exiliado, en 1930
El rey, que no podía volver al sistema parlamentario, depositó su confianza en Dámaso Berenguer, algo que al General Sanjurjo, director de la Guardia Civil, lo concibió como un desaire, pues pensaba que ese puesto sería para él.
Berenguer tardó un año en convocar elecciones, lo que hizo que los propios políticos que estaban del lado del rey, como Niceto Alcalá Zamora, abandonaran al rey en favor del sistema republicano.
En agosto de 1930 se conforma el Pacto de San Sebastián, un movimiento revolucionario para traer la república, apoyado por generales como Queipo de Llano, Hidalgo de Cisneros o el capitán Fermín Gala.
Emilio Mola, entonces director de seguridad, sofocó la sublevación y detuvo a sus miembros, los capitanes Galán y García fueron fusilados, pero fue el inicio del fin del reinado de Alfonso XIII.
Poco después Alfonso XIII, nombró jefe al Almirante Aznar, y serían convocadas unas elecciones para el 12 de abril de 1931, ganando los republicanos en todas las capitales de provincia. El rey pidió ayuda a Sanjurjo, quien le devolvió lo anterior negándole ayuda, cuando el conde Romanones visió a Azaña y éste le recomendó que el rey se exiliase algo que hizo sin oposición.
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