La II Repúlica, en cuanto a gobiernos se refiere, se divide en tres tercios. El primer tercio es el bienio constitucional, en el que la izquierda diseña la Constitución Republicana. El segundo tercio es el bienio de las derechas, durante el cual, se produce el golpe revolucionario mal llamado Revolución de Asturias, y el tercero, es el regreso de la izquierda con el Frente Popular.
Cada uno de estos tercios tuvo su tumba. La Tumba del Frente Popular fue el Golpe de Estado y la guerra civil. La tumba de las derechas fueron los escándalos de estraperlo y el caso Nombela- Tayá. Y la tumba del primer bienio e la República fue el feo asunto de Casas Viejas. Tanto, que este pueblo dejó de llamarse así.
Ocurrió en 1933. Al iniciarse ese año, el anarquismo dijo basta. Los anarquistas y anarcosindicalistas siempre habían sido compañeros de viaje en el sueño republicano, pero compañeros bastante incómodos. El sueño fue alumbrado por políticos burgueses que no creían en otra cosa que en regímenes parlamentarios reformistas, y algunos izquierdistas, casi siempre del PSOE, los cuales, si bien eran en muchos casos marxistas avant la lettre, o bien se sacudían con elegancia esas teoría o bien las aplazaban hacia un futuro teórico, lo suficientemente lejano como para convertirse, por la vía de los hechos, en avales del parlamentarismo burgués. Quizás, el mejor ejemplo de esta tendencia es Julián Besteiro, que se decía y consideraba marxista, pero que, desde la tribuna de la presidencia de las Cortes, tras la aprobación de la Constitución Republicana, no ahorraba epítetos apelativo positivos para el parlamentarismo inglés y el posibilismo laborista.
Los anarquistas staban hechos de otra pasta. Llevaban 50 años luchando por el comunismo libertario y no iban a andarse con medias tintas. A ello se unió el parcial, en alguno casos completo, fracaso de la reforma agraria republicana, fracaso que tuvieron que ver con defectos del diseño, el obstruccionismo de los propietarios, y sobre todo, la falta de financiación. El fracaso de la reforma agraria hizo que el anarquismo, que nunca había abandonado las áreas rurales, sobre todo del sur de Andalucía, recibiese notables apoyos gracias a la profunda desilusión que muchos aparceros sentían hacia la Reppública, en la que seguían muriendo personas de hambre. Hay que hacer notar que parte de esa culpa del hambre era de la propia república, pues ésta, para evitar los abusos de los patronos con los jornaleros a la hora de fijar los salarios, dictó su llamada Ley de Términos Municipales, por la cual no se podían contratar a jornaleros fuera del término municipal donde estuviese ubicada la explotación. Esta medida fue muy positiva en aquellos lugares donde las extensiones de tierra eran numerosas, pero allí donde no las había o no las explotaban, condenaban a los jornaleros al hambre, pues sólo podían emplearse sólo donde no había empleo.
El divorcio del anarquismo con la Reública se intensificó en 1932, cuando la FAI organizó una serie de acciones revolucionarias en la cuenca del Llobregat, que hubieron de ser reprimidas y que hicieron al gobierno deportar a Guinea a dirigentes faístas como Durruti o Ascaso.
El 8 de enero de 1933, el anarquismo creció en Sevilla, Zaragoza, Logroño, Granada, Lérida, Barcelona y Valencia. Fue una insurrección detenida por el gobierno, pero esta represión no pudo inpedir que la mecha rvolucionaria se extendiese por toda Andalucía, y pronto hubo conflictos en Sanlúcar, La Rinconada, Utrera, Alcalá de Guadaira, Arcos de la Frontera...
Casas Viejas, se situaba, y se sitúa en el medio, en la provincia de Cádiz, perteneciendo entonces al municipio de Medina Sidonia. Tenía unos 1200 habitantes, todos, o casi todos, viviendo del campo. En el área había 6.000 hectáreas cutivables, pero en 1932 sólo se había trabajado 1300, porque los propietarios se habían negado a explotarlas en las condiciones que les imponía la ley. Por lo que se estima que en el año habían trabajado en el pueblo alrededor de cien jornaleros en toda la aldea, suponiendo la cifra alta de un 80% de paro.
El 10 de enero, las estrategias anarquistas decidieron el estallido de una insurrección en el sur de Andalucía, y sus correligionarios en Casas Viejas recibieron la orden de unirse a ella. El día 11, un grupo de anarquistas izaron una bandera rojinegra en el pueblo, tomaron sus escopetas de caza y se dirigieron al cuartel de la guardia civil, donde los efectivos que alí estaban se negaron a secndar la revolución. Ambos bandos se enfrentaron a tiros, resultando dos guardias heridos y los sublevados tomaron el control del pueblo.
El gobierno civil de Cádiz, al conocer la noticia de la insurrección, mandó refuerzos. A las 5 de la tarde de ese mismo dia 11, llegó al pueblo el teniente Fernández Artal, de la Guardia de Asalto, acompañado de 12 Guarrdias Civiles. Logró liberar a los sitiados del cuartelillo, y en general, acar del pueblo a los rebeldes. Sin embargo, una pequeña partida, liderada por Curro Cruz, a quien todos conocían como Seisdedos, se hizo fuerte en una de las casas. Fernandez Artal hizo dos intentos de compendio y ambos le salieron mal: el primero, mandar a un guardia a parlamentar, que fue herido y apresado por los anarquistas, y después a un detenido, que se unió a los sitiados.
Allí dentro, en total había 5 hombre, dos mujeres y y un niño. El teniente decide esperar que apse la noche pues tiene todo controlado.
Mientras éste se espera, el primer acto real de la tragedia levantó el telón en Madrid. En Puerta del Sol, sede de la Dirección General de Seguridad, llegan las noticias de Casas Viejas. Es director general Arturo Menéndez, un hombre presoinado para impedir que la revolución rebrote por toda Andalucía.
Menéndez ordena más refuerzos, y esos refuerzos salen de Madrid, lo primero que huele mal en toda esta historia, pues lo normal es que sean enviados desde lugares más cercanos.Una compañía de guardias de asalto mandados por el capitán Manuel Rojas, hombre de absoluta confianza de Mendez, se mete en el expreso a Andalucía esa noche. Menéndez acude personalmente a despedirlo pòr la mediodía, algo aún más extraño.
Las razones de Menéndez para acudir al andén fue dirigirse al comandante Rojas y ordenarle "ni heridos ni prisioneros cuando se haga fuego contra la fuerza". Así, el capitán viajó al sur convencido que tenía la patente de hacer lo que quisiera.
A la mañana siguiente, Rojas estaba ya en Casas Viejas. Intenta evacuar a los sitiados con bombas en mano, pero sin conseguirlo. Preocupado por solventar el problema cuanto antes, lo hace mediante el fuego. Los guardias lanzan sobre las casas piedras envueltas en trapos empapados en gasolina y acercados a las llamas antes del lanzamiento.
Al inicio del inciendio, la mujer y el niño huyen. Luego, otra mujero y un hombre intentan huir, pero son abatidos a tiros por los guardias. El resto de los revolucionarios mueren abrasados vivos en el inmueble.
Son las 8 de la mañana. Rojas ha conseguido lo que quería. El pueblo entero se encuentra en sus casas atemorizados. Pero por alguna razón, juzga que hay que hacer algo más. Ordena registrar las casas una por una y proceder a la detención de sospechosos. Se generó una cuerda de 14 detenidos que, inexplicablemente, fueron fusilados, desarmados y atados, tras ser paseados por el cuartelillo que antes habían sitiado.
Los hechos hacen mella en la conciencia del teniente Fernández Artal, el cual sufrió algo parecido a un ataque de ansiedad. Rojas le tranquiliza y le advierte que lo mejor es callarse la boca con lo sucedido, regrsando a Madrid.
El día 12, el ministerio de gobernación, regentado por Casares Quiroga, informa en una nota de los hechos de Casas Viejas. Da una cifra aproximada de víctimas, 19, s refiere sólo al episodio de la casa y l os sitiados, asevera que la operación se realizó con bomba en manos y cita el incendio para justificar la consecuencia del mismo. Pero los hechos tuvieron muchos testigos, especialmente desde la trocha delos alrdedores del pueblo.
Campesinos que pudieron huir de la represión posterior, fueron a Medina Sidonia y allí contaron lo que habían visto. El día 15, dos periódicos de Madrid deciden destacar enviados especiales. La libertad envía a Ramón J Sender, y La Tierra envía a Eduardo Guzmán, quizás su mejor informador. Pese a luchar contra el mutismo oficial, y de la mano de estos enviados, comienzan a publicarse plumazos de verdad.
Por aquel entonces, la Reública tenía una costumbre poco sana, que ha heredado nuestra democracia, y es esa de dar a los parlamentarios más vacaciones que las de las hijas del marqués. El Parlamento no abre sus puertas hasta el 1 de febrero, pero cuando lo hace, es para servir de caja de resonancia hacia el enorme follón de Casas Viejas. Ese día, Eduardo Ortega y Gasset, diputado radical socialista, presenta una interpelación y un informe en el que se asevera con precisión que once personas habían sido asesinadas mientras eran atadas e inermes. Casares, inexpicablemente, no está en el Parlamento, con lo que el subsecretario fue el que dio la explicación que no pudo callar ninguna boca.
El día 2, es Lerroux, jefe de la oposición, el que sel evanta, provocando la contestación del mismísimo Azaña. éste usó la típica estrategia que dice que cuando no quieres hablar de algo particular, extiéndete en lo general. Aaña habla de ello, diciendo que todo está aclarado y que allí ocurrió lo que tenía que suceder. Esto hace ver que, o era tontoo, o no sabía exactamente lo que allí había sucedido.
Se propone la creación de una comisión parlamentaria, algo que el gobierno, con 20 muertos en la mesa, rechazó.
A todos los Azaistas les gusta recordar que tras este debate, el presidente se preocupó del asunto de Casas Viejas, y de hecho, encargó al teniente coronel Romeu una investigación. El 2 de febrero, cuando ya se levantan las corte,s han pasado ya 20 días de los sucesos de Casas Viejas, y a nadie se le pasa lo que los diarios informan y lo que se sabe, ni siquiera al propio Azaña, que crea tal comisión de ivestigación.
El 13 de febrero, según el diario de Azaña, éste recibe informaciónd e Casas Viejas que le hace temblar.
El día 23, el diputado Salvador Sediles, sobreviviente de ls sublevación de Jaca, hace público laas averiguaciones de diputados lbres y del terreno, contando por primera vez la verdad d elo ocurrido allí.
Azaña se levanta a contestar y divide los hechos en dos. Uno va hasta las 8 de la mañana del día 12, y otro, lo de después. De lo primero dice que se respetó la legalidad. Del segundo, no se hacía responsable de lo que esos guardias habían hecho, algo que levantó todas las quejas en el parlamento.
Por aquel entonces, el principal afectado, coronel Rojas, trataba de callar todas las bocas posibles. Viajó a Sevilla para raquilizar al cada vez más histérico Fernández Artal, pero mientras esto ocurría, 5 guardias de la Seguridad firmaban un acta que hacían llegar a Azaña, donde declaraban que en enero de 1933, el director general de Segfuridad les dio instrucciones de que en los encuentros que hubiera con los revoltosos con motivo de los sucesos que se avecinaban aquellos dáis,´el gobierno no quería ni heridos ni prisioneros.
Los firmantes del acuerdo fueron apartados de sus funciones y expedientados. Azaña llamó a Rojas, quien confesó que sí recibió esas órdenes, pero seguía negando las ejecuciones.
El 2 de marzo, de nuevo trataron de censurar al obierno de Azaña por tal asunto, pero éste decía que el acta eran movidas políticas, pero el día 3 Fernández estalló, estando en Madrid, se sinceró con sus compañeros del cuartel de Pontejos, quienes le recomendaron que hablase con la DGS y ante u33 las derechasn abogado , uan declaración donde confirma la ejecución ilegal de esas personas.
La publicación de esta confesión hizo que Menéndez dimitiera. El consejo de ministros, en reunión urgente, ordenó un careo entre Rojas y Fernández. Rojas fue el que se derrumbó y contó todo.
El 7 de marzo, mes y medio después de los hechos, Azaña recnoce en el Parlamento los fusilamientos, presentando a un juez para esclarecer y hacer ver su preocupación y la del gobierno por esclarecer todo.
El día 10, la comisión culminó sus trabajos, donde hablaban de los fusilamientos ordenados por la DGS. Se exculpaba a los miembros del gobierno.
Pero todo esto hizo que perdieran las elecciones y Azaña saliese del gobierno, ganando ahora en 1933 las elecciones la derecha.
Muchos han sido los que han sostenido la inocencia de Azaña ene st asunto, diciendoq ue el presidente no supo nada delos asesinatos impunes hasta el 19 de marzo.
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